miércoles, 27 de mayo de 2015

HUGO MOLINA (DRAMATURGO)

Teatro La Merced, Sarmiento esquina Alem
RICARDO DEBELJUH.- ¿Qué es el teatro?

HUGO MOLINA.- Es curioso, uno puede desarrollar una actividad, estar en algo permanentemente, relacionarse con eso. Dirigir y escribir teatro, circunstancialmente hacer algún personaje como actor, pero no tengo una definición precisa. Y esto hay que analizarlo con mucho cuidado porque no necesariamente implica que no la haya. A veces pasa que lo que uno trata de sintetizar, sea más complejo o más amplio, pero podríamos decir como en una definición general que es un modo esencial de expresión. No quiero caer en un lugar común de decir que es la reunión de todas las artes, como la música y la pintura, porque, además, procura una forma esencial de expresión y un contacto directo con el público

R. D- ¿Se nace o se hace un actor?

H. M.- Es algo inherente a la persona. Cualquiera de nosotros en mayor o menor medida, alguna vez pensó el hecho de la actuación. Por eso es tan antiguo y ha resistido tanto, enriqueciéndose en los períodos de crisis. Cuando parece que van a derrumbarlo, salen dos tipos con dos sillas y hacen algo, por estar directamente vinculado con las personas.

Hay técnicas y hay procesos para aumentar las capacidades y hay personas con un don determinado. Pueden ocurrir ambas cosas.

R. D.- ¿Teatro Abierto?

H. M.- Fue algo que no solo sirvió para promover espectáculos de una determinada característica, sino que produjo un movimiento enorme. Por eso hablo del teatro y de su implicancia tan fuerte con la gente.

R. D.- ¿Y el tema de escribir una pieza teatral?

H. M.- A veces da el primer paso la motivación. En el caso del grupo que formo y dirijo RE16 (entre 16 y 19 años), es una cosa tangencial. Los chicos con sus características, escribir para ellos, cuidando el techo, por las edades. No estoy hablando de un aspecto moral, aunque eso está implícito, sino me refiero  a las posibilidades de ellos, los yacimientos donde pueden ir a buscar experiencias distintas a los de un adulto. Entonces la motivación es la que surge y la que plantea hacer una obra sobre qué. Yo tengo un sistema muy sencillo: me tomo un tren hasta La Plata y cuando vuelvo estoy con la obra.  Lo cuento no como un hecho circense, sino que debe haber algo ahí que me hace funcionar así.

R. D.- ¿Qué cambió Hugo Molina hoy, desde aquellos años donde comenzabas a transitar el camino del arte?

H. M.- Por ahí en aquel momento uno soñaba los sueños, ahora uno tiene que sostener los sueños. Creo que el espíritu de descubrimiento, de comienzo de las cosas. Esa especie de utopía, y creo que, además, uno tenía otra edad. Ahora es soñar y revisar en la medida de lo posible, esa es la diferencia positiva que tiene que establecerse.

R. D.- ¿Por y para qué escribís obras de teatro?

H. M.- Básicamente el tema de la literatura teatral es un tema artesanal. Es decir, demanda en forma indispensable pasar por el teatro, relacionarse con él, sus tiempos y espacios. El desafío es, con la mayor economía de recursos, lograr sencillamente crear una situación humana esencial, de importancia. Ese es un logro más grande que las grandes palabras, y de lo que uno puede aspirar inocentemente al principio. Uno ve el esfuerzo de los autores capitales, por ejemplo, en lograr y fijar una situación humana y fundamentada. Si uno logra eso es maravilloso, pero es sumamente difícil. Tiene que ver más con la economía que con la proliferación de frases ingeniosas.

Hay casos de autores que han escrito grandes obras de corrido. Pero normalmente hay que trabajar mucho si se quiere hacer algo trascendente que toque la fibra de los otros, tiene que movilizar cosas personales. Cuando se hace en serio no es nada sencillo. O´Neill hace su obra autobiográfica como en “El viaje largo del día hacia la noche” y pide que la estrenen cincuenta años después de su muerte. Es un día en su vida desde la mañana hasta la noche de toda su familia, la madre drogadicta, el padre con problemas. Él puso el alma allí. Lo que pide, no lo pide por casualidad. No se desciende hasta ahí gratis, no se va hasta esas regiones con ingenio nada más. Hay que poner otra cosa un alto grado de compromiso. Si no hay pasión no hay creación. Por ahí pasa la cosa.

R. D.- ¿Talleres literarios?

El aspecto más saliente que tienen, considero que es el intercambio. En el fondo creo que la excusa es esa, porque no me atrevería a decir, al estar con tal persona vas a llegar a ser un escritor fabuloso.

R. D.- ¿Qué libros te gustan y entre las obras de teatro?

H. M.- Me gustan los policiales en materia de literatura, porque me relajan. El cuento es un género que disfruto mucho. Me gusta el teatro realista americano, de Tennesse Williams, Arthur Miller, Discépolo  por la impronta en lo nacional, Griselda Gambaro también. A veces con los escritores, los nombres se revisten de cierta pomposidad, y ésta oculta, a veces, el verdadero sentido. En el mundo Ibsen, Pirandello, Shakespeare desde ya. A veces  hay una interpretación errónea que nos distancia de esos autores y su obra. Cuando uno los lee detenidamente, se da cuenta que aquello que le parece impresionante, es porque han encontrado el modo más simple de expresar lo propio y lo esencial.

R.D.- ¿Qué dirías de tu  historia?

H. M.- Es simple, la historia de alguien común. Nací en Capital y viví la mayoría de mis años en Quilmes. Desde los veinte me contacto con el teatro y desde ese momento escribo y trabajo en teatro.

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